Apuntes sobre Inglaterra

Erasmus biologensis, subespecie englishiensis. Cuaderno de bitácora y anecdotario.

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miércoles, junio 13, 2007

¿Por qué coger el tren más lento?

Tres días duraron los exámenes para obtener uno o dos títulos certificados por la Universidad de Cambridge. El First (el Primero) fue asequible. El Advanced (Avanzado) se le antojó una absoluta locura. Durante esos tres días tuvo que coger el tren para volver de la vieja y memorable cuidad de York a la ciudad industrial que es Leeds. Los tres días el mismo tren: el tren de las 17:07 en el andén número 6. El primer día lo cogió porque se lo dijeron, el segundo por que no le quedó más remedio. El tercero…, subió a ese tren porque quiso.

Podría haber cogido el Trans-Pennine que salía 9 minutos antes. Un transporte veloz, silencioso y con sólo una parada intermedia hasta Leeds. Sin embargo, carpeta en mano se deslizó dentro de aquella pequeña oruga de tres vagones con destino final en Blackpool North. Se sentó en el lado derecho, junto a la ventana, y se dispuso a disfrutar de aquel viaje.

Con puntualidad inglesa, el tren arrancó. Y de pronto, allí estaba otra vez aquel fantástico traqueteo de motor antiguo que tanto le fascinó los días anteriores. Cerró los ojos y escucho esa voz, vieja, desgastada, mellada con que el tren anunciaba su puesta en marcha. El chirrido áspero de las ruedas le ayudaba a entrar más en aquella fabulosa sensación. Una sensación que pocas veces había sentido como en ese tren. Un tren que paraba por el camino en cada estación; ese añejo y lento animal caminero. Más carro que tren.

“Could you show your tickets, please?”, gritaba un destartalado revisor con media camisa fuera y una corbata azul mal anudada. El gesto cordial y distendido. Entre tanto, había llegado a su tramo favorito del trayecto. Miró por la ventana. Hasta donde podía ver sólo había verde. Verde y más verde. La campiña de Yorkshire se desvelaba ante él encantadora; a la velocidad exacta, ni muy rápido, lo que impediría observar detalles, ni muy lento, lo que sería aburrido. Simplemente la velocidad perfecta que aquél tren le proporcionaba.

Los rayos de sol forzaban su salida de entre las nubes e iluminaban una fotografía campestre espectacular. Entre la ligera niebla levantada por el vapor de la lluvia matutina se perfilaban árboles dispersos y ligerísimas lomas. Hileras de árboles separaban las propiedades mientras que un verde intenso y reluciente envolvía la imagen. Las capas visuales se iban perdiendo en la lejanía por el efecto de la niebla que las difuminaba en el horizonte

Pensó en arrojarse del tren y quedarse allí sentado, sólo contemplando aquél solitario árbol peregrino que se perfilaba en lo alto de la línea de horizonte de un anticlinal cercano. Y lo hizo. Pero sólo en su mente.

Llegó a su destino en el doble de tiempo, pero los que le vieron salir del vagón dicen que su expresión irradiaba satisfacción y sosiego. Pero yo aún me pregunto: con lo maravilloso que es llegar lo antes posible a todos los sitios, aprovecharse de la velocidad, estar en una estación, pestañear y encontrar que ya has llegado a tu destino, ¿por qué coger el tren más lento?