Apuntes sobre Inglaterra

Erasmus biologensis, subespecie englishiensis. Cuaderno de bitácora y anecdotario.

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sábado, diciembre 02, 2006

Sobre el Código de Honor entre hombres para con las mujeres

Muchos me tacharán, sin duda, de cosas que prefiero no referir cuando lean lo escrito a continuación. Y serán libres para hacerlo como yo lo soy para exponer mis ideas e ideales. Pero antes les insto a que intenten sopesarlo en el más primitivo rincón de su instinto humano… o de su sentido común.

He de aclarar que todo lo que aquí exponga sobre lo masculino podríase aplicar también al mundo femenino, si bien sendas visiones diferirían en matices y aplicaciones por entender que ambas naturalezas no son, aunque se quiera, iguales.

He resuelto escribir sobre este asunto después de que unos acontecimientos recientes me forzaran a recordar un código que nunca antes había aprendido y que, sin embargo, apareció grabado en los pilares maestros de mi entendimiento. Dicho código debería ser, al menos, comprendido por todos de los hombres cuerdos, (al tratarse de algo inherente a la razón y lógica humanas), y, deseablemente, respetado por la mayoría de ellos (como algo inherente al sentido del respeto y el honor entre gentes respetuosas, respetables y honorables). Huelga decir que lo óptimo sería no ya que fuese comprendido y respetado, sino respaldado y puesto de manifiesto en la vida de aquellos dignos de llevar la etiqueta de auténticos hombres civilizados y verdaderos caballeros.

El código es sencillo, esencial. Y sin embargo, y a lo mejor por ello, obviado hasta el punto de la consentida ignorancia. Podría ser incluso rehuido por muchos en pos de su propia animalización. Aunque esto sería un poco cruel para los propios animales, de los cuales muchos se encargan de establecer jerarquías para salvaguardar sus posesiones reproductivas, de modo tal que cada uno sabe perfectamente lo que no debe tocar…

El código se fundamenta en la oculta verdad que debería subyacer a toda acción humana y que, de tan sabida como es, se olvida:

“No hagas para con los demás lo que no querrías que fuera hecho para contigo”

Y su complementario:

“Haz para con los demás lo que querrías que fuera hecho para contigo”

Para el código del que aquí trato basta con sustituir los demás por los otros hombres. Las sentencias que se podrían derivar de estas dos anteriores son innumerables. Sin embargo, voy a centrar y seleccionar las que tienen que ver con las acciones de los hombres, entre ellos, para con las mujeres. Las sentencias como digo, cobran su base en el respeto mínimo e incondicional que debe ser profesado entre caballeros. Éste es el término que voy a usar a partir de ahora y que no debe entenderse en sentido literal; significa hombre de honor.

Cómo un caballero jamás debería obrar:

1.- Un caballero jamás debería permitirse sopesar más de un instante la posibilidad de mantener una relación íntima con una mujer, ya sea física o espiritual, más allá de la amistad, si es conocedor de que ya posee pareja, sea ésta de carácter serio o no lo sea.

*Si aquel hombre en cuestión está perjudicando a la mujer y el caballero se alerta de esto, (lo que podría dar pie a falsas justificaciones), lo más que podría hacer éste último es ayudar, como amigo o consejero, a la mujer a que se percatara de su situación con respecto a su pareja. Debería quedar excluida cualquier tentativa de manipulación psicológica para provocar o acelerar la ruptura de la pareja en cuestión. Esto no sería honorable.

**Con este primer punto todo el código debería estar escrito. Pero teniendo en cuenta que es difícil cortar las alas de la mente, se hace necesario enunciar el siguiente.

2.- Un caballero jamás debería flirtear con una mujer en las mismas condiciones que el primer punto.

* Si bien el flirteo no suele ser honorable per se, he de apuntar que a lo que me refiero aquí es a su sentido de “tanteo” y/o “tonteo”. Estas acciones no serían honorables, incluso aunque fueran los objetivos finales en sí mismas.

3.- Un caballero jamás debería mantener un relación íntima con una mujer, ya sea física o espiritual, en las mismas condiciones que los dos preceptos anteriores.

*Aunque pueda parecer lo mismo que está escrito en el punto uno, no lo es en absoluto. Éste se refiere a la obra mientras que el primero lo hace al pensamiento. Es la consumación del acto terrible y deshonroso por el cual se hace necesario el nacimiento de este código.

**Dentro de esta acción existe mucha variedad y pese a que ésta no anula, en ningún caso, la inmoralidad de aquélla, se entiende que hay grados de falta según cuán lejos se llegue. Una extensión detallada de este comentario sería algo en exceso zafio, por lo que encomiendo a la inteligencia del lector la comprensión del mismo.

4.- Un caballero jamás debería intentar cortejar a una mujer si tiene conocimiento de que otro hombre la está cortejando previamente y ella no lo rechaza oficialmente.

*No debería haber excusa alguna. No valen las argumentaciones de “pero es la mujer de mi vida” o “es el momento, no puedo dejar que otro la consiga”. Se debería respetar el turno y no entorpecer al otro, por el mismo motivo por el que no nos gustaría ser entorpecidos.

5.- Un caballero jamás debería cortejar o mantener una relación íntima, ya sea física o espiritual, con una mujer de la cual un amigo está encaprichado o enamorado, (aunque él no la haya comenzado a cortejar y/o ella no lo corresponda), sin el completo permiso de éste.

*Este punto podría considerarse un caso especial del punto cuarto, en el que para evitar la pérdida de una amistad se evita a la mujer por la que el amigo suspira o sufre. Por lo que he podido observar parece resultar muy doloroso cuando un hombre, que por los motivos que sean no consigue acercarse o cortejar a la mujer que desea, ve a un amigo adelantarse o ponerse en medio, e intentar o alcanzar lo que él mismo no pudo. Pudiera ser considerado como una traición.

**Si el amigo fuera a su vez un caballero dejaría vía libre y daría pleno consentimiento para que el otro buscara la felicidad donde él no la consiguió. Pero el hecho de que este amigo no se comporte como un caballero no justifica el que el primero rehúse serlo. Ver punto 8.

Cómo un caballero debería obrar siempre:

6.- Un caballero siempre debería prestar ayuda, en la medida de lo posible, a otro hombre a conseguir su objetivo para con una mujer, siempre y cuando éste sea decoroso y honorable.

*Por lo tanto un caballero no debería ofrecer tal ayuda a otro hombre cuyo objetivo le hiciera entrar en conflicto con los cinco primeros puntos.

7.- Un caballero siempre debería prestar ayuda, en la medida de lo posible, a otro hombre si la mujer, a quien éste último pretende o pertenece en ese momento, está faltando a la honorabilidad y/o a la moralidad mínima exigible en cada caso. La necesidad de esta ayuda aumentaría cuanto más indefenso o incapaz fuera él y cuanto más injusta fuese la acción o la omisión de ella.

*Este puede ser quizás es punto más difícil o más incomprensible a la hora de la verdad. Caso práctico: Supongamos que una pareja estuviera temporalmente separada en unas condiciones suficientemente aislantes como para que la única información que tuviera el uno de lo otro fuera a través de ellos mismos. Supongamos también que la mujer, premeditadamente, fallara a la fidelidad requerida. No mostrase en modo alguno arrepentimiento ni pareciese dispuesta a responsabilizarse de sus actos y a acometer honorablemente su deber de informar a su pareja. ¿Qué debería hacer, por lo tanto, un caballero que se preciara de serlo? ¿Informar convenientemente a aquél hombre? ¿No informarle y dejar que siga perdiendo el tiempo pensando que su pareja le es leal? La respuesta en este punto es única y necesaria. Informar sería el deber del caballero. Y afrontar con compostura las andanadas que los tibios en honor le lanzasen, las palabras que los mediocres, que no entendieran sus razones, le escupiesen.

8.- Si un caballero está enamorado o pretende a una mujer que no llega nunca a cortejar o que de hacerlo no es correspondido debería dejar que otros hombres tuvieran la posibilidad de hacerlo y no acaparar o proteger de otros a la mujer que no es suya.

*Relacionado con el quinto punto. Si el otro pretendiente es un amigo y no es capaz de quedarse a un lado respetando hasta el extremo al caballero enamorado, este último debería dar pleno consentimiento al primero y, si su fuerza y caballerosidad se lo permiten, incluso ayudarle a conseguir su objetivo (punto 6); velando así por la felicidad de su amigo y posiblemente de la mujer, incluso a costa de olvidar la suya propia. Esto merecería calificarse de extremadamente honorable.

Todos lo puntos aquí expuestos son los que he podido detallar. Quizás con el tiempo nuevas situaciones me vayan haciendo recordar otros que no dudaré en poner. Y si la vida me hace retractarme de haber escrito alguno de ellos, en pos del honor lo haré. Si alguno de los lectores pudiera rescatar algún otro de su entendimiento le insto a que lo comparta; y siendo apropiado y legítimo lo uniré a estos que están ya escritos.

Quiero que conste que creo absolutamente en lo expuesto. Es más, procuro, mientras mi imperfección no me lo impide, llevarlo a buen término. Deseo también que se entienda que es éste un código muy particular, pero que el honor debería estar presente en todo lo que hacemos. Que es un código que se centra en el tema del hombre con el hombre para con la mujer, pero que procede de uno infinitamente más amplio y que no puede ser escrito en todas las páginas del mundo. Quien pueda entender esto que lo entienda.

Si un hombre fuera de por sí honorable no le haría falta concretar los puntos del código, pues serían inherentes a él y los cumpliría por naturaleza. Por desgracia, hoy se ignora esto tan en conciencia que se ha empezado a borrar del sentido de lo humano, de lo que es propio de una cultura civilizada.

Mientras los años pasan y los grandes conceptos, y los grandes ideales se ridiculizan y ultrajan para que sean ignorados y posteriormente olvidados, yo dejo yacer aquí esta estela de la esencia de alguno de ellos; no muerta, si no dormida. Para que todo aquel que vuelva a oler en la lejanía su perfume, recuerde; y sienta cómo despierta, cómo se alza, en su yo más genuinamente humano, el águila de una palabra, el timbal de un sueño, la espada de un corazón puro; el Honor…

2 Comments:

Blogger Gon said...

Madre mía... ¿No es el amor como sentimiento lo más honorable de este mundo? El amor creo que no entiende de reglas escritas. Supongo que habrás leído Las desventuras del joven Werther. No hay nada más deshonroso que no expresar tu amor y desobedecer lo que ese tan puro sentimiento te dicta. Sobre todo en situaciones particulares, es imposible seguir un manojo de reglas cuando tres personas se mezclan, cosa que sucede muy a menudo (si no siempre) por ser inherente a nuestra naturaleza.

A propósito, no me gusta la regla del "yo la ví primero" que explicas en el punto 4.

4:40 p. m.  
Blogger Phernael said...

Gracias por tu comentario Gon. Más visiones al respecto son siempre bienvenidas. (Siempre que no falten al honor)
Sabía que alguien tendría, tarde o temprano, que expresar la opinión que tú has escrito. El Amor, pese a que se use como recurso común, no justifica un montón de cosas. No se debería faltar a lo que es honorable con el Amor como estandarte. Pues todo lo que es justificable por el AUTÉNTICO Honor lo es a su vez por el Amor. La visión del código, además, tiene una aplicación mucho más práctica que teórica. Cúantas veces de esas que mentas he visto yo a las terceras personas como personuchas carroñeras de bajo espíritu, cuyo único objetivo es pasar un buen rato, ya se entiende...De buenas a primeras nada que ver con el Amor. Mucho que ver con el bajovientre. Comportamiento que ni se fundamenta, por tanto , en el honor y mucho menos en el amor.

En cuanto al punto 4, a igualdad de condición, el primero debería tener preferencia, sí. Esto ahorraría un montón de cuchilladas traperas de todo tipo entre hombres que, precisamente por entender en su propia carne la condición del otro que "la vió primero", deberían hacer lo que les gustaría que hicieran con ellos. Es decir, no meter el hocico e incordiar.

Ciertamente es algo difícil de entender y más aún de llevar a cabo. Pero como digo la culpa yo la encuetro también en la cada vez más desregulada cultura en la que vivimos. Una cultura que fomenta los atajos, no pena el juego sucio, justifica la cobardía moral y premia la zafiedad y laxitud en el honor.

Pero claro, la mayoría no lo verá como yo. Quizás porque se encuentran dentro de esa dinámica...no lo sé.

Un abrazo hasta Bergen Gon,

Fernando

10:52 p. m.  

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