Apuntes sobre Inglaterra

Erasmus biologensis, subespecie englishiensis. Cuaderno de bitácora y anecdotario.

Nombre:

miércoles, junio 13, 2007

¿Por qué coger el tren más lento?

Tres días duraron los exámenes para obtener uno o dos títulos certificados por la Universidad de Cambridge. El First (el Primero) fue asequible. El Advanced (Avanzado) se le antojó una absoluta locura. Durante esos tres días tuvo que coger el tren para volver de la vieja y memorable cuidad de York a la ciudad industrial que es Leeds. Los tres días el mismo tren: el tren de las 17:07 en el andén número 6. El primer día lo cogió porque se lo dijeron, el segundo por que no le quedó más remedio. El tercero…, subió a ese tren porque quiso.

Podría haber cogido el Trans-Pennine que salía 9 minutos antes. Un transporte veloz, silencioso y con sólo una parada intermedia hasta Leeds. Sin embargo, carpeta en mano se deslizó dentro de aquella pequeña oruga de tres vagones con destino final en Blackpool North. Se sentó en el lado derecho, junto a la ventana, y se dispuso a disfrutar de aquel viaje.

Con puntualidad inglesa, el tren arrancó. Y de pronto, allí estaba otra vez aquel fantástico traqueteo de motor antiguo que tanto le fascinó los días anteriores. Cerró los ojos y escucho esa voz, vieja, desgastada, mellada con que el tren anunciaba su puesta en marcha. El chirrido áspero de las ruedas le ayudaba a entrar más en aquella fabulosa sensación. Una sensación que pocas veces había sentido como en ese tren. Un tren que paraba por el camino en cada estación; ese añejo y lento animal caminero. Más carro que tren.

“Could you show your tickets, please?”, gritaba un destartalado revisor con media camisa fuera y una corbata azul mal anudada. El gesto cordial y distendido. Entre tanto, había llegado a su tramo favorito del trayecto. Miró por la ventana. Hasta donde podía ver sólo había verde. Verde y más verde. La campiña de Yorkshire se desvelaba ante él encantadora; a la velocidad exacta, ni muy rápido, lo que impediría observar detalles, ni muy lento, lo que sería aburrido. Simplemente la velocidad perfecta que aquél tren le proporcionaba.

Los rayos de sol forzaban su salida de entre las nubes e iluminaban una fotografía campestre espectacular. Entre la ligera niebla levantada por el vapor de la lluvia matutina se perfilaban árboles dispersos y ligerísimas lomas. Hileras de árboles separaban las propiedades mientras que un verde intenso y reluciente envolvía la imagen. Las capas visuales se iban perdiendo en la lejanía por el efecto de la niebla que las difuminaba en el horizonte

Pensó en arrojarse del tren y quedarse allí sentado, sólo contemplando aquél solitario árbol peregrino que se perfilaba en lo alto de la línea de horizonte de un anticlinal cercano. Y lo hizo. Pero sólo en su mente.

Llegó a su destino en el doble de tiempo, pero los que le vieron salir del vagón dicen que su expresión irradiaba satisfacción y sosiego. Pero yo aún me pregunto: con lo maravilloso que es llegar lo antes posible a todos los sitios, aprovecharse de la velocidad, estar en una estación, pestañear y encontrar que ya has llegado a tu destino, ¿por qué coger el tren más lento?

viernes, junio 08, 2007

Últimas noticias

Bueno, y no tan últimas. Hace un montón que no apunto nada sobre Inglaterra. Y todo se lo debo a mi naturaleza de vago redomado de la que parece no haber escapatoria posible. La Fuerza de Voluntad hace mucho dejó de hacer fuerza.

Realmente se pueden contar un buen racimo de cosas pero la mayoría de ellas sin trascendencia alguna. Resumiré, pues, todo lo acontecido citando algunos eventos que destacan más de la normalidad.

¿Se acuerdan de los dichosos calli? Pues miren, después de todo, con la esperanza olvidada donde Pandora la dejara, a aquellos agregados celulares les dio por ponerse contentos e hicieron lo que se esperaba de ellos. No sé que diantres hice aquella semana pero debí hacerlo bien. Así que cuando estuvieron rollizos, fueron transplantados. Y dieron hojas. Y cuando las hojas se cortaron de la masa callosa y se transplantaron, aparecieron raíces. ¡Eureka! Habíamos conseguido regenerar plantas transformadas por nuestra querida bacteria Agrobacterium tumefaciens con nuestra proteína mutada. Sin embargo, no tuve tiempo de hacer experimentos más detallados con ellas. Pero estoy contento. Además, por aquel tiempo debía ponerme las pilas; el plazo para escribir y entregar las memorias del proyecto se agotaba. De hecho, no llegué a hacerlo a tiempo así que pedí una extensión; y me la dieron. Dos meses después de esa extensión, había 4 páginas más. ¡Guau, Fernando! ¡Estás hecho un fiera!

Llegaron los exámenes. (Parón total del proyecto). Me presenté después de haber estudiado no más de dos semanas, a razón de 4 horas/día, para tres exámenes bastante potentes. Dejé que Dios hiciera el resto, hasta ahora me funcionado. Y me hace sentir mal, la verdad, porque Dios tiene cosas más urgentes que hacer que ayudar a un vago recalcitrante a aprobar sus exámenes. Pero ya veremos… Las notas vendrán tarde o temprano y con ellas los llantos y los remordimientos. Sí, remordimientos incluso si aprobara, pues dudo que me lo merezca.

Y terminaron los exámenes. Ahora quedaba el proyecto. Y yo haciéndome al longuis. -Lo terminaré antes de regresar a Madrid, y si no vendrá un ángel y lo hará por mí-, pensé. Pero el lunes 28 me entero que mi última fecha es el viernes 1 (después de tres meses con respecto de la oficial, claro). Valeee…Golazo!! Una semana para terminar el 60% de las páginas que aún me restaban para finalizar. ¡Pero lo hice¡ ¡Síii! ¡Chúpate esa, Mundo! Te creías que no podía, ¿eeeh? ¡¿Qué pacha ahora?! ¿Quién es el rey? Y encima va el tutor y me pide una de las imágenes que me curré para ponerla en sus conferencias. ¿Podría pedir más en el caso de que aprobara? Bueno, sí. Que una bella inglesa rubia, católica, hija de un apoderado Lord, refinada, femenina, intelectual, melómana y con ganas de tener tres mochuelos se acercara a mí, en el intermedio de la ópera, y me susurrara, entrecortada por la vergüenza:

- Excuse me Sir, I have… I have… I have been staring at you since the very beginning of the first act, and... and... and I must say... that I am really shocked by your gentleman’s sideboards and your elegant and dashing appearance. And can not repress any longer this need of expressing to you my deepest admiration. I think I might love you as soon as you allow me to enter in your life.

- Thank you very much, my lady, for taking me in such a high consideration. Nevertheless, I must decline your kind offer since my honour wouldn’t let me take advantage of your sudden and uncertain feelings.

(Nota del autor: Al parecer esta táctica del alejamiento es lo que mejor funciona con las mujeres). Después de hacer una inclinación de cabeza, me daría la vuelta esperando su reacción. Y ella entre sollozos me gritaría mientras me distanciaba:

- But Sir! Sir… Wait, Sir! Give me one chance. Let me, for the honour you said you have got, demonstrate to you that what I have just said it is for real. Sir! Sir!...

Y entonces yo me pararía. Pues cuando apelan a mi honor no tengo más remedio que responder. Me volvería, caminando hacia ella, mientras le miro directamente a los ojos. Al llegar de nuevo a su lado le tendería mi mano y le hablaría muy suave y calmo haciéndole sentir el aire de mis palabras en su cuello:

- You have got one chance. Don’t waste it.

Y así terminaría. Evidentemente, todo sería una pose; estaría deseando casarme con ella allí mismo. Pero hay que mantener las riendas por un tiempo. Que después de hechos los votos un hombre no las vuelve a llevar nunca (ni antes tampoco).

Pero en fin. Fantasías de un inepto conquistador. Se me ha pirado la chola pero bien, ¿no?. Ya no sé por dónde iba. Lo voy dejar por ahora. A ver si mañana me acuerdo.

Una tarde de esas…

Son las nueve y media de la noche. Miro por la ventana y no ha anochecido; aún le queda un ratillo. Está todo muy tranquilo, demasiado tranquilo. Yo adoro la tranquilidad, pero esta tiene un matiz que me inquieta. Escucho, quizás en mal momento pues puede que acentúe este sentimiento, la conmovedora parte final de la ópera Dido & Eneas de Henry Purcell y su magnífica interpretación en danza.



Poca gente por una calle normalmente concurrida. Pero claro, ahora que los estudiantes se empiezan a marchar a casa es algo que no debería extrañar. Pero aún así el ambiente me produce sensación de desasosiego. Unos colores grisáceos se mezclan con un sonido inexistente y el viento mueve de vez en cuando los ramajes acentuando ese aroma de vacío que impregna todo el cuadro pictórico.


Esta tarde he invitado a una pinta a mi tutor y mi supervisor del proyecto. Se supone que era para celebrar la finalización del mismo, pero luego he sabido que el Dr. Jürgen Denecke ha sido ascendido al título de Professor hace unas semanas y que Chris ha obtenido trabajo en un laboratorio. Más motivo para alegrarse y celebrar. Hemos hablado de ciencia. De comida española y destinos turísticos en España. Sin embargo no me he atrevido a sacar la conversación que llevaba una semana preparándome. Quería por todos los medios dejarle claro que me interesaría volver en un par de años a trabajar con él en un proyecto que me interesó desde me hizo partícipe del mismo. Quería decirle que realmente quiero venir a hacer mi doctorado aquí. Quería preguntarle qué posibilidades tenía. Quería y quería y quería… Pero al final como un niño cobarde no he abierto la boca. Pero bueno, qué le vamos a hacer ahora si no es preparase para echarle más huevos la próxima vez.

Así que me he venido para mi habitación y después de un infructuoso tiempo dedicado a ver anime por Internet, me he sentido vacío, angustiado. Con fuertes ensoñaciones de fuga. Y cada cosa en la que pensaba era un problema. -¡Basta ya!-, he pensado. -Tienes muchas cosas que hacer en un futuro próximo como para dejarte llevar por la melancolía absurda que provoca algo no bien definido. Quizás si escribes algo purgues ese estúpido sentimiento-.

Y en esas me encuentro, escribiendo para huir. Solo, temporalmente acabado, después de haber rechazado algún que otro plan para esta noche. Abandonado por mi mismo en mi cueva, como un ermitaño perezoso para hacer le camino. Tiempo tan sólo para mí, una cerveza y un teclado. Entre nosotros tres despejaremos esta neblina emocional que confunde mi percepción y la trastorna sin motivo alguno. Quizás no haya habido nada raro en el ambiente; ni soledad, ni pesadumbre, ni gris éter. Tan sólo mi entendimiento. Sin embargo, hoy ha sido una tarde de esas… Y mañana despertará otro día.

domingo, febrero 11, 2007

Retiro con CathSoc. 9 al 11-II-2007

Acabamos de llegar de una experiencia comunitaria de fe. Como no podría ser de otra manera, todo ha salido estupendamente.

Partimos el viernes 9 desde Parkinson Steps (el punto de reunión más habitual para las salidas). Pese a haber quedado a las 5:15 p.m., el autobús no arrancó motores hasta casi dadas las 6. El viaje fue agradable pero en la más oscura de las noches. Cuando llegamos las hermanas salesianas, que nos recibieron con la más amplia de las sonrisas, nos explicaron un poco el plan del fin de semana.

El lugar de hospedaje es una preciosa casa señorial de campo llamada Brettargh Holt House en Kendal, que se encuentra junto al borde sureste del espectacular y afamado Lake District, en la región de Cumbria.


Como la mayoría de los lugares que regentan l@s religios@s, está en unas condiciones de limpieza y comodidad magníficas. Además, la suerte de este sitio es que es particularmente bello. El entorno se hace abrumador y en ocasiones idílico; suaves lomas verdes viejos árboles y el color pétreo de las casas de campo inglesas que tanto favorecen la estética y armonía del cuadro visual.

Según estaba diciendo las hermanas salesianas nos han tratado como a hijos. Han cocinado para nosotros (rico, rico, rico, por cierto) y se han encargado de que todo estuviera listo y a punto para nuestro horario. También había un grupo de chavales jóvenes haciendo voluntariado en su Gap Year (una especie de año sabático que aquí es corriente tomarse antes de realizar estudios superiores). Un gran entrenamiento para ellos en la noción de servicio y entrega a los demás, sin duda. Estos chicos, Dios los bendiga, ayudan a las hermanas en la cocina recogiendo y limpiando, sirviendo comida y retirando el servicio a los huéspedes con diligencia y entrega ejemplares. Lo cierto es que estoy impresionado y encantado de que existan esta clase de proyectos para jóvenes. ¡Ojalá, el mundo aprenda algo de todos ellos!

En cuanto a nuestro plan, pasaré a contarlo ahora con brevedad. La noche del viernes tuvimos un rezo-reflexión e hicimos también unas cajas decoradas de papel con nuestro nombre para que la gente pusiera comentarios sobre ti. Lo cierto es que al principio me pareció una chiquillada pero luego es reconfortante leer las amables frases que muchas veces anónimamente te dedican.

A la mañana siguiente recé unos tardíos maitines y luego fuimos a desayunar. Posteriormente un taller de reflexión sobre el texto Jeremías 18, 1-6: Dios, el alfarero al que continuó un trabajo real con arcilla. Yo quise hacer una taza con el asa a modo de ángel, pero no me dio tiempo a terminar el ángel (aunque me estaba quedando de vicio) y sobre el “cuerpo” de la taza, mejor no hablar…Claire, una estupenda chica que vive en la hospedería para estudiantes de la capilla de Leeds, hizo una Virgen asombrosa con el niño en brazos. La figura realmente consiguió despertar la dulzura de la imagen. Blanca se atrevió con cerdo alado y Alberto una suerte de humanoide con un corazón entre las manos.

Se nos concedieron las siguientes 3 horas libre y el grupo al completo optó por un encantador paseo al recinto de los ciervos. No puedo ignorar ni dejar de alabar la belleza de la campiña inglesa; el verde, el marrón, en este caso la manada de ciervos que vimos, el rió allá abajo y las ruinas de un antiguo puente devorado por la naturaleza de nuevo. El orgullo de los ingleses por su countryside está, según mi parecer, más que justificado.


Por la tarde tuvimos un taller de oración sobre el Padre Nuestro. Es algo que yo ya he hecho con mis chavales de catequesis pero que nunca esta de más recordar. Luego nos pusimos preparar la eucaristía del día siguiente y formamos grupos para ello. Yo me metí al de interpretación pues adaptaríamos dramáticamente el evangelio de las Bienaventuranzas a una pequeña historieta actual.

Al llegar la noche, fuimos al único pub que había por allí. Estaba relativamente cerca a pie pero por una carretera bastante oscura. El pub en sí era pijillo, a pesar de ser una zona rural. En cualquier caso un gran oportunidad, como en realidad fue, para estrechar los lazos comunitarios entre pintas diversas y diversas conversaciones.


Y llegó la mañana del domingo; de nuevo hice un pequeño rezo matutino y desayunamos. Período de reflexión posterior sobre el evangelio; en concreto, el de Jesús con los pescadores. Luego media hora libre que dediqué a tomar algunas fotos. Justo antes de misa hicimos un ensayo general de nuestra representación, en la que inesperadamente obtuve un papel con bastante peso. Lo cierto es que aunque humilde quedó muy decente, y para mí fue todo un honor, ¡qué puedo decir!.







Y en terminándose el tiempo de estancia, nos dieron de comer y nos despidieron de nuevo con el amor especial que sólo los que dedican su vida a Cristo pueden ofrecer.

Aunque como retiro, en sentido estricto, haya sido light, allí he encontrado dos orbes que seguramente no llegue a alcanzar nunca, pero que me iluminarán el camino al pensar en ellos, y me ayudarán a afrontar los meses por delante con fuerzas renovadas.

Y eso ha sido, escuetamente relatado, todo lo acontecido. Y ahora me despido que he encargado chino y van a llegar de un momento a otro.

“I respect your integrity and honesty. Such hope finding these values today!”

jueves, diciembre 21, 2006

Apuntes sobre Inglaterra. Ellerslie hall

Hoy, 18 de diciembre de 2006, día en que regreso a mi pobre y amada España respondiendo a la llamada navideña, han venido a mi memoria los primeros días de mi estancia fuera de ella.


Recuerdo bien la primera vez que vi mi habitación; fue decepcionante siendo honesto. Probablemente sea la más pequeña de todo el piso. Pero lo que más me estorbó y me estorba es el hecho de tener una “bathbox” en lugar de un bathroom. No obstante, ha habido cosas positivas y es que, gracias a este hecho, ahora tengo pareja estable. Se llama courtain, es de un tejido plástico color hueso y tiene hongos oscuros en los finales de sus faldones. Su abrazo me acompaña cada ducha, su roce es el suave gozo de nuestro contacto sexual. Y cuanto más caliente mana el agua más se arrima ella y más completa es nuestra unión.

En mi humilde opinión, la residencia en sí no merece lo que cuesta. Sólo hay una sala común para los tres anexos (mucha gente); hay un viejo piano de media cola totalmente desafinado y en la otra punta de la sala una tele que siempre está ocupada por lo que tocar el piano se hace imposible.

No nos dejan cocinar por miedo a un incendio; pero la comida tan sólo es comestible y además llegan a tal tacañería que, incluso, cuentan el número de patatas que te echan en el plato. Doy fe de ello. Bueno, la verdad es que conmigo se portan muy bien. También doy fe. Siempre me dan las porciones más grandes y a veces incluso dos. Me dejan repetir siempre que lo pido incluso cuando no es el tiempo para ello. (Sí, sí. Hay un tiempo para repetir. Justo antes de que dejen de servir para cerrar). Mis compañeros achacaban este trato diferencial al supuesto amor que me profesara la muchacha que sirve. Yo lo dudo…El hecho es que, una vez, mi amigo Alberto, a quien le apasionan las jacked potatoes, (una suerte de patata asada, abierta por la mitad y acompañada de diferentes rellenos), preguntó a la mujer el por qué de este asunto después de ver cómo ella dejaba una patata mediana de nuevo en la fuente y rebuscaba en ella a fin de servirme la más grande. Ella respondió sin ocultar una sonrisa cómplice hacia la otra mujer más mayor que comparte su trabajo: “Por que él es alto y necesita más comida” (En inglés, claro). Alto, ¡dijo alto!. Vaya, vaya. Yo hubiera dicho rellenito, más bien. De todos modos, agradecí el cumplido con una amplia sonrisa y una ligera inclinación de cabeza.

En cuanto a los vecinos, en fin… Si mi habitación está en contacto con otras tres (a izquierda, a derecha y debajo) imaginen lo que es tener que escuchar de modo habitual la escandalera de dos de ellas. Ambas con música que hacen temblar el suelo y la pared. Y no me vale que sean muros de chicha y nabo, más a mi favor. El sonido continuo de los bajos se convierte en una monotonía insufrible. Gracias al Cielo parece que la situación está apunto de resolverse. De no ser así quizás me viera obligado a desenvainar…

La vida allí parece una juerga continua. Ingleses corriendo de aquí para allá, ingleses gritando esto o lo otro… Gente que tiene edad para conducir, beber, practicar sexo como si se fuera a acabar el mundo, pero que se comportan como adolescentes de acné. Quizás el hecho de que estén en primero de carrera tenga algo que ver, pero no sé si podría valer como justificación. Por lo que yo he podido observar la gente allí adolece de un infantilismo patente pero, en cierto modo, responsable. Son, a pesar de todo, bastante educados en apariencia. No quiere decir esto que nos se les vaya la pinza; se le va, ¡claro que se les va!. Pero como ya he dicho tienen una manera más normalizada, más serena, más responsable, más…No se cómo expresarlo exactamente. Pero no son como los españoles, quienes quizás seamos menos infantiles (y eso que hay mucho niñato, pero no es lo mismo) pero más irresponsables e irascibles, desde luego. ¡Ay! Yo construiría una sociedad con lo mejor de estos dos mundos. Quizás ya exista, pero parece como si operase una fórmula desconocida que impidiera que las cualidades positivas de ambas emergieran de una vez. Parece como si una fuese la vía de escape de la otra y, en cierto sentido, centrarte en la primera te hiciera perder el dominio de la segunda y viceversa.

No obstante son gente muy amable y mucho más cercana de lo que cabía esperar. El primer día, a mi llegada, llamaron a mi puerta cinco de los que ya estaban allí y se presentaron sin más dilación. Propusieron ir a tomar una cerveza, cosa a la que no me negué por muy por muy incómodo que me sintiera en aquel momento. Fui extremadamente distante, creo recordar, con aquella gente que tan efusivamente se presentó esa noche. Qué cosas tiene la vida; por un instante yo hube parecido más inglés que ellos…

Y lo dejo por ahora, que ya van a llamar a embarque. Dios se apiade de mí…¡Jerónimooooooo!

viernes, diciembre 15, 2006

Calli…Calli

Hoy he tenido mi primera decepción en el campo de lo académico. Ha sido en relación al proyecto que brevemente les relato.

Consistía éste en tomar un fragmento modificado de una proteína chaperona, (al que se le eliminaba unas secuencias de señalización específicas para el regreso a un orgánulo celular, el R.E., o/y para el reconocimiento y entrada en la vacuola lítica), e integrarlo en un plásmido para replicarlo primero en Escherichia coli. De allí se extraía de nuevo el fragmento y se insertaba en un plásmido vector atenuado de Agrobacterium tumefaciens. Una vez seleccionadas las colonias transformantes de esta bacteria se procedía a la infiltración de una solución de las mismas en el tejido foliar de plantas de tabaco. Después de tres días dejando a los bichines hacer su trabajo se recortaba la zona de la hoja infiltrada, se machacaba, se extraía un homogeneizado y se precipitaban las proteínas solubilizadas en él. Para terminar se confirmó la existencia de las proteínas transformadas mediante un Western blot.

Hasta aquí todo fue casi de maravilla. El proyecto en sí ya estaba hecho. Pero yo quería más…A sí que pregunté a mi tutor si podría quedarme en el laboratorio todo el año. Él, el Dr. Jurgen Denecke, aceptó. Es un hombre afable y bonachón. Habla el castellano con mucha propiedad y fluidez y le gusta la cocina tanto a más que a mí. Es un hombre genial, de verdad.

Así, la tarea encomendada fue conseguir plantas de tabaco transformadas por completo. (Lo anterior fue una infiltración, vamos, un transformación muy local e incompleta). Para ello debía cortar cuadraditos de hoja de tabaco exponerlos a una solución de mis cepas transformadas y transformadoras de A. tumefaciens, para que éstas se integraran e infectaran los tejidos. Posteriormente debía cambiar cada semana los fragmentos a un medio recién hecho (con la relación apropiada de hormonas). El propósito, obtener callos (calli) y con ellos, una vez crecidos, generar plantas completas enteramente transformadas. Y los he obtenido, pero no son apropiados. Parecen muy “viejos” y “a disgusto”. Deberían ser indiferenciados algo transparentes y dar impresión de lozanía. No ha sido así. Es más, algunos tenían ya tejido foliar diferenciado. Malo, malo. Mi tutor me ha dicho que los medios que yo hacía tenían siempre “mala pinta”, eran muy turbios. Algo he estado haciendo mal, eso seguro. Pero, ¿el qué?...

Cuatro semanas tiradas por la borda. El Dr. Denecke me ha dicho que no me preocupe, que haremos otro intento y que ahora me centre de los exámenes que ya se acercan. Pero para mí el asunto en cuestión tiene más que ver con el orgullo que con el tiempo perdido. Se suponía que era algo fácil de hacer y no lo he conseguido. Estoy apunto de venirme abajo por tal nimiedad. Esto me hace dudar de mi capacitación como futuro científico, pero por otro lado me empiezo a sentir como tal; con sus penas y alegrías, con sus éxitos y FRACASOS…

No sé. Lo volveremos a intentar. Y quien sabe, si los mimo bien a lo mejor les da por convertirse en esas preciadas bolitas de células indiferenciadas, con los genes mutantes integrados, que tan feliz me harían. ¡Ay! Calli, calli…

sábado, diciembre 02, 2006

Sobre el Código de Honor entre hombres para con las mujeres

Muchos me tacharán, sin duda, de cosas que prefiero no referir cuando lean lo escrito a continuación. Y serán libres para hacerlo como yo lo soy para exponer mis ideas e ideales. Pero antes les insto a que intenten sopesarlo en el más primitivo rincón de su instinto humano… o de su sentido común.

He de aclarar que todo lo que aquí exponga sobre lo masculino podríase aplicar también al mundo femenino, si bien sendas visiones diferirían en matices y aplicaciones por entender que ambas naturalezas no son, aunque se quiera, iguales.

He resuelto escribir sobre este asunto después de que unos acontecimientos recientes me forzaran a recordar un código que nunca antes había aprendido y que, sin embargo, apareció grabado en los pilares maestros de mi entendimiento. Dicho código debería ser, al menos, comprendido por todos de los hombres cuerdos, (al tratarse de algo inherente a la razón y lógica humanas), y, deseablemente, respetado por la mayoría de ellos (como algo inherente al sentido del respeto y el honor entre gentes respetuosas, respetables y honorables). Huelga decir que lo óptimo sería no ya que fuese comprendido y respetado, sino respaldado y puesto de manifiesto en la vida de aquellos dignos de llevar la etiqueta de auténticos hombres civilizados y verdaderos caballeros.

El código es sencillo, esencial. Y sin embargo, y a lo mejor por ello, obviado hasta el punto de la consentida ignorancia. Podría ser incluso rehuido por muchos en pos de su propia animalización. Aunque esto sería un poco cruel para los propios animales, de los cuales muchos se encargan de establecer jerarquías para salvaguardar sus posesiones reproductivas, de modo tal que cada uno sabe perfectamente lo que no debe tocar…

El código se fundamenta en la oculta verdad que debería subyacer a toda acción humana y que, de tan sabida como es, se olvida:

“No hagas para con los demás lo que no querrías que fuera hecho para contigo”

Y su complementario:

“Haz para con los demás lo que querrías que fuera hecho para contigo”

Para el código del que aquí trato basta con sustituir los demás por los otros hombres. Las sentencias que se podrían derivar de estas dos anteriores son innumerables. Sin embargo, voy a centrar y seleccionar las que tienen que ver con las acciones de los hombres, entre ellos, para con las mujeres. Las sentencias como digo, cobran su base en el respeto mínimo e incondicional que debe ser profesado entre caballeros. Éste es el término que voy a usar a partir de ahora y que no debe entenderse en sentido literal; significa hombre de honor.

Cómo un caballero jamás debería obrar:

1.- Un caballero jamás debería permitirse sopesar más de un instante la posibilidad de mantener una relación íntima con una mujer, ya sea física o espiritual, más allá de la amistad, si es conocedor de que ya posee pareja, sea ésta de carácter serio o no lo sea.

*Si aquel hombre en cuestión está perjudicando a la mujer y el caballero se alerta de esto, (lo que podría dar pie a falsas justificaciones), lo más que podría hacer éste último es ayudar, como amigo o consejero, a la mujer a que se percatara de su situación con respecto a su pareja. Debería quedar excluida cualquier tentativa de manipulación psicológica para provocar o acelerar la ruptura de la pareja en cuestión. Esto no sería honorable.

**Con este primer punto todo el código debería estar escrito. Pero teniendo en cuenta que es difícil cortar las alas de la mente, se hace necesario enunciar el siguiente.

2.- Un caballero jamás debería flirtear con una mujer en las mismas condiciones que el primer punto.

* Si bien el flirteo no suele ser honorable per se, he de apuntar que a lo que me refiero aquí es a su sentido de “tanteo” y/o “tonteo”. Estas acciones no serían honorables, incluso aunque fueran los objetivos finales en sí mismas.

3.- Un caballero jamás debería mantener un relación íntima con una mujer, ya sea física o espiritual, en las mismas condiciones que los dos preceptos anteriores.

*Aunque pueda parecer lo mismo que está escrito en el punto uno, no lo es en absoluto. Éste se refiere a la obra mientras que el primero lo hace al pensamiento. Es la consumación del acto terrible y deshonroso por el cual se hace necesario el nacimiento de este código.

**Dentro de esta acción existe mucha variedad y pese a que ésta no anula, en ningún caso, la inmoralidad de aquélla, se entiende que hay grados de falta según cuán lejos se llegue. Una extensión detallada de este comentario sería algo en exceso zafio, por lo que encomiendo a la inteligencia del lector la comprensión del mismo.

4.- Un caballero jamás debería intentar cortejar a una mujer si tiene conocimiento de que otro hombre la está cortejando previamente y ella no lo rechaza oficialmente.

*No debería haber excusa alguna. No valen las argumentaciones de “pero es la mujer de mi vida” o “es el momento, no puedo dejar que otro la consiga”. Se debería respetar el turno y no entorpecer al otro, por el mismo motivo por el que no nos gustaría ser entorpecidos.

5.- Un caballero jamás debería cortejar o mantener una relación íntima, ya sea física o espiritual, con una mujer de la cual un amigo está encaprichado o enamorado, (aunque él no la haya comenzado a cortejar y/o ella no lo corresponda), sin el completo permiso de éste.

*Este punto podría considerarse un caso especial del punto cuarto, en el que para evitar la pérdida de una amistad se evita a la mujer por la que el amigo suspira o sufre. Por lo que he podido observar parece resultar muy doloroso cuando un hombre, que por los motivos que sean no consigue acercarse o cortejar a la mujer que desea, ve a un amigo adelantarse o ponerse en medio, e intentar o alcanzar lo que él mismo no pudo. Pudiera ser considerado como una traición.

**Si el amigo fuera a su vez un caballero dejaría vía libre y daría pleno consentimiento para que el otro buscara la felicidad donde él no la consiguió. Pero el hecho de que este amigo no se comporte como un caballero no justifica el que el primero rehúse serlo. Ver punto 8.

Cómo un caballero debería obrar siempre:

6.- Un caballero siempre debería prestar ayuda, en la medida de lo posible, a otro hombre a conseguir su objetivo para con una mujer, siempre y cuando éste sea decoroso y honorable.

*Por lo tanto un caballero no debería ofrecer tal ayuda a otro hombre cuyo objetivo le hiciera entrar en conflicto con los cinco primeros puntos.

7.- Un caballero siempre debería prestar ayuda, en la medida de lo posible, a otro hombre si la mujer, a quien éste último pretende o pertenece en ese momento, está faltando a la honorabilidad y/o a la moralidad mínima exigible en cada caso. La necesidad de esta ayuda aumentaría cuanto más indefenso o incapaz fuera él y cuanto más injusta fuese la acción o la omisión de ella.

*Este puede ser quizás es punto más difícil o más incomprensible a la hora de la verdad. Caso práctico: Supongamos que una pareja estuviera temporalmente separada en unas condiciones suficientemente aislantes como para que la única información que tuviera el uno de lo otro fuera a través de ellos mismos. Supongamos también que la mujer, premeditadamente, fallara a la fidelidad requerida. No mostrase en modo alguno arrepentimiento ni pareciese dispuesta a responsabilizarse de sus actos y a acometer honorablemente su deber de informar a su pareja. ¿Qué debería hacer, por lo tanto, un caballero que se preciara de serlo? ¿Informar convenientemente a aquél hombre? ¿No informarle y dejar que siga perdiendo el tiempo pensando que su pareja le es leal? La respuesta en este punto es única y necesaria. Informar sería el deber del caballero. Y afrontar con compostura las andanadas que los tibios en honor le lanzasen, las palabras que los mediocres, que no entendieran sus razones, le escupiesen.

8.- Si un caballero está enamorado o pretende a una mujer que no llega nunca a cortejar o que de hacerlo no es correspondido debería dejar que otros hombres tuvieran la posibilidad de hacerlo y no acaparar o proteger de otros a la mujer que no es suya.

*Relacionado con el quinto punto. Si el otro pretendiente es un amigo y no es capaz de quedarse a un lado respetando hasta el extremo al caballero enamorado, este último debería dar pleno consentimiento al primero y, si su fuerza y caballerosidad se lo permiten, incluso ayudarle a conseguir su objetivo (punto 6); velando así por la felicidad de su amigo y posiblemente de la mujer, incluso a costa de olvidar la suya propia. Esto merecería calificarse de extremadamente honorable.

Todos lo puntos aquí expuestos son los que he podido detallar. Quizás con el tiempo nuevas situaciones me vayan haciendo recordar otros que no dudaré en poner. Y si la vida me hace retractarme de haber escrito alguno de ellos, en pos del honor lo haré. Si alguno de los lectores pudiera rescatar algún otro de su entendimiento le insto a que lo comparta; y siendo apropiado y legítimo lo uniré a estos que están ya escritos.

Quiero que conste que creo absolutamente en lo expuesto. Es más, procuro, mientras mi imperfección no me lo impide, llevarlo a buen término. Deseo también que se entienda que es éste un código muy particular, pero que el honor debería estar presente en todo lo que hacemos. Que es un código que se centra en el tema del hombre con el hombre para con la mujer, pero que procede de uno infinitamente más amplio y que no puede ser escrito en todas las páginas del mundo. Quien pueda entender esto que lo entienda.

Si un hombre fuera de por sí honorable no le haría falta concretar los puntos del código, pues serían inherentes a él y los cumpliría por naturaleza. Por desgracia, hoy se ignora esto tan en conciencia que se ha empezado a borrar del sentido de lo humano, de lo que es propio de una cultura civilizada.

Mientras los años pasan y los grandes conceptos, y los grandes ideales se ridiculizan y ultrajan para que sean ignorados y posteriormente olvidados, yo dejo yacer aquí esta estela de la esencia de alguno de ellos; no muerta, si no dormida. Para que todo aquel que vuelva a oler en la lejanía su perfume, recuerde; y sienta cómo despierta, cómo se alza, en su yo más genuinamente humano, el águila de una palabra, el timbal de un sueño, la espada de un corazón puro; el Honor…

viernes, noviembre 17, 2006

EDIMBURGO 10 al 12-XI-2006

Edimburgo es una ciudad muy bella. Aguarda entre grandes lomas y colinas para sorprender al viajante que incauto se aproxima. Un castillo vigila impasible el andar de los tiempos desde una prominencia terrestre por varios lados escabrosa. Adquiere así la sabiduría que sólo los más ancianos logran destilar. Un destilado que no duda en cobrar a diez libras y media si quiere uno beber de él. Los edificios que lo rodean poseen también una atractiva reminiscencia medieval. Rincones para emboscada te emboscan sin parar; callejuelas estrechas para amores íntimos así como para íntimos temores. Tascas con carteles de caras para los más tradicionales. Buenos güisquis para quitar las tonteces del gaznate y hacerlas subir donde la razón y el equilibrio habitan.


Existe también un lugar para el remanso entre la fortaleza y el mar. Uno de los Reales Jardines Botánicos de Reino Unido. Abundan las tiendas de recuerdos, si bien su naturaleza es diferente. Muchas de las cosas que podríanse comprar son útiles. A saber: güisquis, bufandas, chales, güisquis, faldas, güisquis, calzoncillos, jerséis, güisquis, calcetines, galletas y güisquis. ¡Ah!, y la espada de Mel Gibson. Todo ello de lana escocesa y a cuadros. Bueno, menos los güisquis, las galletas y la espada de Mel Gibson.


************

La llegada fue tardía. Sobre las seis o la siete de la tarde. Alberto esperaba allí pues había ido en tren. A pesar de su advertencia no estaba preparado para lo que nos esperaba al desautobusar. Sí amigos, sí. El albergue “Caledonian Backpackers”. En una posición privilegiada se erige el edificio que lo alberga. A diez minutos del centro y con vistas al castillo. Por desgracia, no es lo que parece. Lo primero chocante, fue la estúpida maniobra, llevada a cabo por los responsables, de hacernos subir y bajar tres veces en fila para asignar las habitac…ulos, los habitáculos mejor, sí. En el primer piso, el olor nauseabundo del alcohol de fusel proveniente del ¿bar?, mezclado con el de la comida en proceso de serlo, y el de la vieja y calva moqueta ya debería espantar a la mayoría. Murales, no mal pintados pero para mí indeseados ¿engalanando? las paredes. Subimos un piso; hacia las habitaciones. De camino nos encontramos con un espécimen autóctono de tal microcosmos. Un híbrido entre Homo sapiens sapiens descalzus y Homo sapiens sapiens gallumbus. Procuré no cruzar con él la mirada como los naturalistas aconsejan. Al alcanzar nuestro destino otros olores destacaron de inmediato. Estábamos en otro microclima. Una fragancia a hongos podófilos atracó en nuestra mucosa nasal. Mientras, el más volátil olor a ácido sulfhídrico y metano, proveniente del país Letrinia, se hacía nuestro compañero de piso. Abrimos la puerta de la habitación. Doce camas en seis literas. No está tan mal si lo comparamos con la situación del pobre Alberto que hubo de dormir con treinta homínidos de diversas infrasubespecies. Las sábanas no estaban cambiadas para nosotros a pesar de que un chico valenciano muy majo, aclimatado al ambiente y que trabajaba allí, nos dijo que sí lo estaban. Malamente, pensé y dije yo, van a estar cambiadas si la almohada huele a pelambre y a baba fermentada. (Rectifico, lo de la baba no lo llegué a decir). Con el juego de sábanas cambiado, me propuse cerrar el casillero donde dejé la maleta y la mochila, pero aún con candado podía abrirse. Cuestión que se solucionó con un candado más grueso. Salimos a cenar, a un Burriquín (¡tócate los…lóbulos pulpejos), después de haber sopesado mucho dónde saciar nuestro apetito. Posteriormente, ya que a las once y media ya estaban casi todos los pubs cerrados, nos fuimos a uno francamente curioso y acogedor. Ultracongestionadamente decorado con objetos más o menos antiguos y con una tenue y cálida luz roja-anaranjada , en él pude disfrutar de un güisqui escocés entre buena compañía.

Nos fuimos al albergue de nuevo y los olores no se habían marchado a pesar de que ya era tarde. Antes de acostarme me fui a cambiar al baño y a lavarme los dientes, eso sí, aguantando la respiración y procurando levitar para no rozar el suelo. Mientras, el colchón vórtice me esperaba impaciente…

Me levanté a las 8:25 de la mañana. El día me recibió con dos Homo sapiens sapiens apudorosus hembras como dos evas del Edén. ¡Ole! ¡Sin vergüenzas que valgan!. Me salí, qué duda cabe, como caballero que soy. (Aunque está claro que no les importaba mucho sentirse observadas, como las palomas de ciudad). Por supuesto, no me duché. En cambio, me eché un poco de desodorante en las axilas para evitar la aparición del famoso perfume Eau du Sobac. Gracias a Dios funcionó. No estaba dispuesto a agarrar una enfermedad endémica debajo de aquellas poco fiables duchas. Sí, sí; ¡adelante! ¡Ríanse de mí! Pero ya han muerto muchos en esas circunstancias. Y antes de expirar todos dicen lo mismo: “Laaa…Laaa duu..cha ¡La ducha!”.

Desayunamos en un MacMierda. No me juzguen mal. Pero cuando vi en el desayuno (incluido en el precio del albergue) a un Homo sapiens sapiens cutreanxiosus metiendo la mano entera en el bote de mermelada para arañar los últimos nanogramos, decidí que incluso el MacMierda sería más seguro.

Yo ya tenía mi plan hecho. Y así lo llevé a cabo con un acompañante de última hora, mi amigo Alberto. Lo primero fue ir al Real Jardín Botánico, lugar que el director musical de la Catedral de Leeds, oriundo de la cuidad, me aconsejo por ser su favorito. La verdad es que no nos decepcionó. Si van algún día a Edimburgo dediquen, al menos, una horita en esto. Posteriormente, fuimos a reservar mesa a un restaurante que encontré recomendado en algún foro de Internet: The Witchery. Estaba al lado del castillo que íbamos a visitar previamente. Pero dada la cola que había para adquirir las entradas decidimos sacarlas pero no entrar en ese momento. Ya lo haríamos después de comer.

El yantar fue toda una experiencia para el gusto y el olfato. El ambiente absolutamente delicioso, la comida inmejorable. De primero, mejillones al vapor con lima y salsa ligera de coco; ¡alucinante!. Como segundo pedimos los dos lo mismo: haddock (un pescado) ahumado, con queso fundido ahumado en una cama de tomate y albahaca. Como guarnición unas patatas fritas que después de hacerlas crujir, prácticamente se deshacían en la boca entre suspiros de placer. Fue poesía para el paladar.

Con el estómago y el gusto satisfechos entramos al castillo donde nos informamos de la historia de la Piedra del Destino y de las Joyas de la Corona Escocesa. Allí también oteamos el museo militar, la capilla dedicada a los caídos y la exposición dedicada al Regimiento de Dragones. Nos hicimos fotos con los cañones y el paisaje que tanto se ofrecían a ellas. Y abandonamos el lugar, por entonces ya conquistado para el reino de nuestra sabiduría.

Segunda visita al Burriquín. El otro flanco expedicionario, nuestras queridas compañeras Blanca, Ana y Laura, que rehusaron nuestro plan de día, nos esperaban allí consumiendo, para mayor alegría del Rey de la Hamburguesa. Alberto tampoco pudo resistirse a la cremosidad de un helado. Detrás nuestro, un niñito le devolvía al Rey su hamburguesa…

Volvimos al recinto zoológico con objeto de que Alberto se pudiera cambiar de ropa. Cosa que se tomó su tiempo en completar. Blanca, que estaba empezando a desmayarse con aquel repugnante olor, cogió las de Villadiego y se evadió todo lo rápido que pudo hacia el, aunque gélido, reconfortante exterior. Yo la seguí apenas si había acabado de desaparecer de mi vista.

Una vez Alberto estuvo preparado, nos encaminamos a buscar un sitio para cenar. Pero esta vez debería ser algo más típico y tradicional. Así que nos decidimos, en primera instancia, por una de esas “tascas” con caras de hombres antiguos pintadas en carteles. Por desgracia no servían comida. Pero nos mandaron a otra donde si lo hacían. Y fuimos y cenamos y bebimos. Alberto pidió pollo con beicon y queso y yo me decidí por un corte de venado, ambos con guarnición. Yo que me había quedado tibio, me pedí además unas patatas fritas que me sirvieron con ensalada. Blanca esperó al postre. Para ella y para Alberto, tarta de limón. Para mí de queso. Buenas las dos. Y después, la adorada pinta entre conversaciones profundas en las que, como pocas veces me pasa, no entré, tan sumido como estaba en un trance de lucidez y mente despejada. Mi intelecto veía en aquel momento todas las soluciones a los problemas de modo tan cristalino como el agua destilada. Nos retiramos y Alberto se despidió de nosotros para irse de marcha. Fuimos Blanca y yo hasta el zoológico alberguil y por más que aquella noche fui picado para entrar en polémica, mi clarividente trance, quizás debido al cansancio, me ayudo a no gastar energía en debatir cosas cuyas soluciones aquella noche yo poseía.

Entré en el habitáculo, cogí mi elegante pijama a cuadros, y fui al baño a cambiarme. Posteriormente volví a Letrinia a lavarme los dientes. Estaba en ello y de repente, oigo:

- Come with me! (Voz masculina)

- No! Come youuu with me! (Voz femenina)

- No, come you! (Voz masculina)

- OK, I go with you…(Voz femenina)

Y se abre la puerta. Dos especímenes hispanoparlantes de Homo sapiens sapiens salidorrus en pleno ritual de apareamiento. Pero en cuanto me vieron, me tomaron por un depredador y huyeron. Pasaron treinta segundos y aparece el macho; me mira. Le miro. Yo se que quiere marcar el territorio y me explica, con las trabas propias del alcohol etílico, algo así como que yo había estorbado su acto reproductivo por estar lavándome los dientes. Gire la cabeza e, ignorándole, pensé para mí: “Marca, marca… que con el olor a orina reconcentrada que hay aquí de poco te va a servir” Se quedó aquel macho unos veinte segundos más, mirándome; ¿amenazándome?. Hasta que se dio cuenta de que no tenía posibilidades de convertirme en un macho sumiso. Está claro lo que dicen de los animales. Que nos temen más a nosotros que lo contrario. En cuanto a la hembra resultó ser una valenciana que dormía justo en la cama de encima, en mi litera…Estando ya en el duermevela, entran las H. sapiens sapiens apudorosus. Otra vez se quedan en media-porreta. Yo procuro no mirar y dormir.

Amanecí a las 8:30 del domingo 12. Me fui a cambiar al baño. Camiseta interior limpia, camisa limpia, sin ducha y con desodorante de nuevo. Segunda visita al MacMierda.

El propósito del día estaba claro. Ir a misa y luego de compras. Así que fuimos a la iglesia, pero el oficio no comenzaba hasta una hora más tarde. Propuse subir a Calton Hill, una colina desde donde se divisa todo Edimburgo. Una maravilla. Nos hicimos unas fotos con el paisaje, luego con unas columnas gigantes que recordaban a un templo griego o romano y posteriormente con un cañón allí en medio plantado. ¡Oh, sorpresa! La inscripción del mismo rezaba así: “DON FELIPE / REY DESPANA” “DON DIEGO DE / SILVA CONDE DE / PORTALEGRE”. Y luego, por ahí grabada, una fecha que no recuerdo con seguridad (1692¿?). ¡Toma del frasco, Carrasco!



Acto seguido a misa. Cabe resaltar que era una misa en recuerdo de los que murieron en las guerras en las que Escocia estuvo involucrada, así como que cantó un coro con una solista excepcional.

Salimos de misa y nos fuimos de compras, con bastantes prisas, todo hay que decirlo, porque nuestro autobús salía a las 2:30 de la tarde. Visitamos un par de sitios. Como ya les he contado, es una gozada ir a una tienda de recuerdos escoceses. Todo, excepto los maravillosos trajes de gala propios de allí, es aprovechable. Para las mujeres todo tipo de confortables chales y productos de lana. Para los hombres un paraíso de bufandas con diferentes motivos a cuadros , propios de cada clan escocés. Jerséis y chaquetas de un estilo bastante campero y muy abrigados, pero ciertamente excelentes. Abrigos encerados, galletas deliciosas y ¡cómo no!, güisquis. Yo terminé por ceder al consumismo y me hice con dos espesos jerséis por el precio de uno y una preciosa bufanda a cuadros rojos y verdes. Cuando estuvimos todos listos nos marchamos hacia el lugar de reunión donde el autobús nos recogió justo antes de irse sin nosotros. Alberto regresó en tren. Por último resaltar que en la parada de rigor, durante el viaje, estaba yo lavándome las manos en el servicio de caballeros y en esto aparece un nuevo ejemplar femenino de otra ultrasubespecie, Homo sapiens sapiens descaradus, y con toda la desfachatez que jamás se haya podido reunir, se pone a mirar qué taza está libre. Después de abierta la veda hubo más hembras que machos en el baño masculino. Un par de veces más me encontré con la valenciana salidorrus, que ya no pudo ser natural en mi presencia…Como debía ser.

Al regresar a Leeds y recapitular sobre la expedición al norte, pude observar tres conclusiones que yo, particularmente, aprecio. A saber:

- Edimburgo es una ciudad que, sin duda, merece la pena.

- Jamás volveré a contratar un viaje por su bajo precio.

- Ellerslie Hall, mi residencia, me parece ahora un paraíso después de haber tenido que malvivir dos noches en el “Caledonian Backpackers”